Proyecto Cacaxtla

Creado por alumnas de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, para la materia de Problemas Socioeconómicos de México

lunes, 15 de marzo de 2010

Museo de Cacaxtla


Cuenta con una colección de 120 piezas; destacan 11 esculturas de los Señores de Cacaxtla.

Con un nuevo guión científico y una museografía actualizada que pone en contexto el desarrollo de la ciudad prehispánica de Cacaxtla, así como un montaje que revela los secretos de su pintura mural, cuyos diseños y tonalidad permanecen después de mil años, concluyó la reestructuración del Museo de Sitio de esta zona arqueológica de Tlaxcala.

La renovación del espacio, que abarca alrededor de 700 metros, fue total, sustituyéndose los materiales de la antigua construcción a base de adobe, madera, tejamanil y teja, por unos más modernos y adecuados para albergar una acervo que ahora asciende a 120 piezas arqueológicas, destacando la colección denominada los Señores de Cacaxtla, que consta 11 esculturas de barro de 40 centímetros de ancho por 45 de alto, en promedio.

La concepción del museo renovado, que se prevé reabrir al público a fines de este mes, y en la que colaboraron diversos expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), partió de una idea muy clara: acercar al público los atractivos de Cacaxtla, principalmente sus murales que —salvo el conocido como La batalla— se observan desde lejos dado que se hallan en áreas restringidas.
El doctor Guillermo Goñi Motilla, director del sitio arqueológico, comentó que para ello se realizaron reproducciones a escala de la pintura mural, de esta manera se podrán admirar a escasos centímetros de distancia los detalles del Hombre jaguar, una de las figuras dispuestas en las jambas del Edificio A, las escenas acuáticas del Templo Rojo y el Hombre escorpión, del Templo de Venus, entre otras representaciones.

Mientras, por medio de una pantalla de plasma, los asistentes se enterarán de la técnica usada en la antigüedad para crear estos murales, que después de un milenio aún se pueden apreciar.

De acuerdo con la restauradora Diana Magaloni Kerpel, directora del Museo Nacional de Antropología y quien ha realizado diversos estudios sobre la pintura mural de Cacaxtla, ésta posee elementos decorativos y simbólicos tanto del Altiplano Central como del área maya, además de influencias de El Tajín y de la región de Oaxaca.

“El buen estado de conservación en el que se encuentran se debe por una parte, a la excelencia en técnica pictórica y por otra, al hecho de haber sido protegidas intencionalmente, por los antiguos habitantes de Cacaxtla, con una capa de lodo antes de ser enterradas.

“Este hecho, aunado al muy particular patrón de expresión artística donde la figura humana es el centro de la composición, los personajes representados tienen proporciones reales y todos los glifos y signos giran en torno a ellos para darles nombre y significado, están señalando una muy particular escuela artística”, refiere en sus estudios.

Otra de las proyecciones que presentará el Museo de Sitio de Cacaxtla gira en torno a la arquitectura, en la que se pone énfasis sobre el Gran Basamento, el máximo ejemplo del sistema de edificación usado por sus antiguos habitantes, quienes levantaron, una sobre otra, una nueva etapa constructiva sobre el montículo (de 110 metros de ancho x 25 de altura) orientado en dirección norte-sur.

Aparte de la Sección Introductoria, el espacio museístico ahora estará dividido en Periodo Formativo, que abarca las primeras ocupaciones de Cacaxtla en los primeros siglos de nuestra era; Técnicas de pintura; Dioses y hombres; y Epiclásico, referente al lapso de auge de la ciudad que abarcó entre 650 y 950 d. C.

Entre los objetos arqueológicos que los visitantes podrán admirar destacan bruñidores, elementos arquitectónicos, estatuas de las deidades de Tláloc, Xipe y Tlazoltéotl, cerámica, cistas, los mencionadosSeñores de Cacaxtla, figuras antropomorfas, huesos, ornamentos y un par de urnas con personajes modelados, una de ellas recuperada en 2008 por la arqueóloga Beatriz Palavicini, quien falleció recientemente.

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